3.24.2007

después de todo

Ocurre a las nueve, un hombre le dice: tengo orden de herirte. Puede hacerte un hoyo en el hígado, puedo usar un mazo, una pistola, tú decides.
El hombre descubre que no puede moverse; ha esperado este momento, no tiene miedo, sólo un cosquilleo que ya no recordaba, responde: una espada, un golpe seguro en el cuello.
El verdugo piensa que el hombre se excede, pudo pedir una paliza... pero accede; la pelota rueda, se detiene metros abajo en una grieta de la calle bajo la lámpara incandescente; escandaloso, piensa el verdugo, va y la patea a un rincón oscuro y se marcha.
Luego de horas terribles, el cuerpo oscilante del hombre tropieza con lo que busca, la deposita como la corona de un rey caído... Nada se puede contra lo inevitable.

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